C. Iberoamericano de Cultura

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CONGRESO IBEROAMERICANO DE CULTURA

México DF.  30/Sept al  4  Oct/ 2008

Palabras de Carlos Henríquez Consalvi

Director del Museo de la Palabra y la Imagen El Salvador

Ante todo, debo dar las gracias a este I Congreso Iberoamericano de Cultura, por la oportunidad de estar con ustedes y compartir nuestra experiencia en el campo de la realización audio visual, de la conservación fílmica, de la producción.

Una experiencia que se enmarca en lo que podríamos llamar comunicación de memoria histórica, una experiencia de servicio cuando me toca fundar y ser la Voz de Radio Venceremos, la voz insurgente, la emisora insurgente, que durante 11 años transmitió desde las montañas de Morazán de manera clandestina.

La Radio Venceremos que tuvo su vida como instrumento de comunicación alternativa desde 1981 a 1992 cuando se firmaron los Acuerdos de Paz, fue algo más que una emisora insurgente, se convirtió en lo que se conoció como el Sistema Radio Venceremos que estaba conformada por estructuras de comunicación, propaganda, cineastas, ideastas, fotógrafos y una estructura de publicaciones, fundamentalmente enfocadas hacia todos los países del mundo para proyectar la lucha social que se estaba desarrollando en El Salvador.

Al inicio del conflicto armado en El Salvador, tomamos conciencia de la importancia que tenia ese periodo histórico de la América Latina, fundamentalmente para que las nuevas generaciones conocieran toda esta importante historia social. Fue así que se comenzaron a introducir al frente de guerra equipos de filmación para dejar testimonio de estas historias.

En el caso específico de la zona donde me toco actuar el Departamento de Morazán en 1981 se introduce uno de nuestros cineastas: Guillermo Escalón, a quien ustedes conocen. Guillermo Escalón penetra al frente de guerra en julio del año 1981 y me toco acompañarlo en la filmación del documental “La Decisión de Vencer”, que sería el primero de los documentales producidos en tiempos de guerra; el primero de varios documentales, documentales que por primera vez permitió que el mundo conociera a El Salvador, conociera sus producciones fílmicas en películas como “Tiempos de Victoria”, “Tiempos de Audacia”, “Carta de Morazán”, “Las Compas”.

Documentales que se hicieron con un fin propagandístico, evidentemente, pero que hoy en día se han convertido en documentos con un altísimo valor histórico, antropológico, etnográfico. Firmados los Acuerdos de Paz en 1992, trabajé durante 3 años trabaje como periodista radial de posguerra, pero a la par de mi actividad periodística, se nos ocurre fundar el Museo de la Palabra y la Imagen radicado en El Salvador, que se ocupa en primera instancia de salvar importantes y valiosos archivos fílmicos audiovisuales que se encontraban en los frentes de guerra, en tatoos, es decir, en escondites subterráneos, o que se encontraban aquí en México, Nicaragua o bien las bóvedas de D’UART.

A través de todos estos años hemos ido rescatando todos estos archivos, miles de horas, filmadas en 16 milímetros en los primeros meses de la guerra. Posteriormente se pasó a los formatos de video super 8, U-matic; y pasados los años hemos logrado constituir un importante archivo, lo que ahora es el Museo de la Palabra y la Imagen El Salvador. Archivo que nos ha servido para nutrir, nuevas producciones audio visuales, nuevas producciones fílmicas. Ser un centro de investigación, para historiadores, antropólogos que vienen de diferentes partes del mundo a El Salvador a estudiar historia contemporánea salvadoreña, y ahí esta ese archivo que tiene más de 40 mil imágenes fotográficas, centenares de obras de cine y miles de obras en video.

Constituido este archivo audio visual, también nos propusimos la producción de documentales que usando imágenes de éste archivo, pero que también se nutriera de las memorias orales de diversas zonas de El Salvador.

Fue así que en el año 1998, iniciamos una aventura audio visual al tratar de hacer un documental que mostrara los testimonios, las memorias orales de los ancianos sobrevivientes de la masacre de más de 10 mil indígenas salvadoreños en 1932. Un etnocidio, que se trato de invisibilizar por parte de las historias oficiales y también por parte de sectores de izquierda que de alguna manera fueron sucesos históricos manipulados y tergiversados.

Es así que nos proponemos a hacer un documental que diera voz, a las voces silenciadas, a las voces ignoradas. Y durante tres años nos internamos en la zona occidental de El Salvador en los Departamentos de Sonsonate y Ahuachapán, fundamentalmente en busca de ancianos que hubieran sobrevivido a aquellos sucesos que se iniciaron en 1932, cuando miles de campesinos indígenas tomaron varias poblaciones del occidente salvadoreño en respuesta a años de explotación de expropiación de sus tierras comunales y en el marco de la gran depresión económica que se dio en Wall Street en 1929.

Este documental nos enfrentó en sus primeros inicios a varias dificultades fundamentalmente el terror que las tropas gubernamentales originaron en la zona occidental de El Salvador en 1932, creó una especie de trauma colectivo que impedía que los pobladores pudieran hablar con libertad sobre este tema.

EL etnocidio del 32 se limitó en algunos casos a ser discutido, a ser conversado, solamente en la intimidad del seno familiar. Y este trauma colectivo fue reforzado en los años 79 y 80 por nuevas matanzas de campesinos que la Guardia Nacional con las Fuerzas Armadas de al servicio de lo que fueron 60 años de autoritarismo originaron en esas zonas nuevas masacres que reforzaron ese trauma colectivo, que en el primer momento en que comenzamos a hacer el documental nos encontramos.

Solamente fue posible a través de la convivencia con las comunidades apoyados por los líderes indígenas de la zona, conviviendo las festividades religiosas, culturales y de memoria histórica con esas comunidades logramos empezar a vencer el miedo y empezaron a aflorar las voces del silencio en este hecho del cual les estoy hablando.

Luego de 3 años, acompañados por el valioso historiador Jeffrey Gould, hasta hace poco Director del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Indiana logramos la edición final de lo que se conoce como “1932 Cicatriz de la Memoria”, documental de 47 minutos, enriquecido por las voces de los que nunca pudieron contar su historia y enriquecido por imágenes atesoradas en los archivos del Museo de la Palabra y la Imagen.

Ha sido un documental que se ha presentado en varios lugares internacionales, pero lo más importante de este documental es el fenómeno que ha generado en las comunidades campesinas de El Salvador.

El Museo de la Palabra y la Imagen realiza actividades itinerantes en todo el país y con este documental hemos realizado, decenas y decenas de cine foros en las comunidades campesinas donde hemos observado fenómenos muy interesantes, pues donde antes hubo silencio y miedo de contar sus historias locales, luego de cada proyección de este documental se produce en ancianos, en jóvenes una especie de catarsis que hace aflorar recuerdos, que hace derrumbar miedos y es realmente impactante como luego de cada cine foro obtenemos nuevos testimonios, nuevas aportaciones históricas para reconfigurar toda esta parte de historia salvadoreña tan importante que es fundacional y que además es un hito o una parte histórica imprescindible para conocer el desarrollo social, político de un momento de El Salvador. Explicarnos el porqué de la violencia, porqué de la guerra, y como también el porqué de la paz.

Y ya para concluir ésta primera parte, antes de entrar a la discusión, quiero expresar, quiero compartir la enseñanza que nos ha dejado esta experiencia en el sentido de valorar el poder de la imagen, el poder del audio visual, dentro del desarrollo de estos procesos de memoria histórica, de estos procesos de reconfiguración de memorias orales que han permitido a las comunidades tomar el documental como un instrumento de acompañamiento para el seguimiento de sus luchas económicas, sociales, culturales, políticas y que han permitido que se apropien del documental para año tras año conmemorar el etnocidio en el ’32, utilizar el documental en luchas actuales que están vibrando por la tierra, la lucha por la tierra, la lucha en contra de la invisibilización.

El pasado Censo Nacional de Población que se realizó en el país invisibilizó a las comunidades indígenas al localizar de una manera arbitraria las preguntas Viagra sobre la adscripción étnica de cada uno de los pobladores de estas comunidades.

Fueron los documentales sobre el proceso revolucionario los que hicieron posible empezar a hablar de un cine salvadoreño.

La enorme difusión de estos materiales se debió a un original sistema de distribución formado por cientos de grupos simpatizantes a través del mundo, que crearon una vasta red de solidaridad. Los festivales internacionales (Leipzig, La Habana, Trieste, Bilbao, Oberhausen, Moscú) se encargaron de premiar y promover el curioso fenómeno de un cine salvadoreño.

Por otro lado, la atención internacional volcada durante esos años en El Salvador con la misma pasión que en Nicaragua en su momento, o más recientemente en los acontecimientos de Chiapas, envió sus equipos de cine y televisión.

Realizadores de cine holandeses, alemanes, franceses, norteamericanos, ingleses y otros, produjeron decenas de documentales para sus públicos; en tanto que las cadenas de televisión se instalaron en forma permanente en San Salvador, cubriendo diariamente los acontecimientos para la NBC, CBS, VISNEWS, etc.

Afortunadamente los salvadoreños expresaban su propia visión de las cosas a través de reportajes de televisión, documentales y la labor cotidiana de Radio Venceremos. El Salvador no se convirtió en país locación sin voz propia, sino que desarrolló una experiencia pionera en el manejo de los medios de comunicación.

A 16 años de la Firma de la Paz, podemos preguntar: ¿Dónde está el acervo fílmico y videográfico de estos años de historia registrada por nacionales y extranjeros?

El archivo de vídeo de algunas prestigiosas cadenas de TV estadounidense, fue en parte reciclado para registrar la guerra del Golfo Pérsico, mientras que los casetes restantes fueron vendidos en el mercado local para su reutilización.

Otros archivos sufrieron deterioro por la fragilidad inherente al formato de video y el descuido de quienes los coleccionaron.

Las iniciativas de rescate de la memoria visual han sido básicamente dos: La Cinemateca de El Salvador, experiencia fallida que fue inaugurada con bombos y platillos por el gobierno pero que fue desinflándose hasta morir, por el desinterés y la falta de un verdadero compromiso gubernamental en materia de cine y televisión.

Tuvo que surgir otra iniciativa, de distinto signo, para comenzar un trabajo más serio y más coherente. La creación del Museo de La Palabra y la Imagen constituye un esfuerzo de rescate histórico que incluye documentos escritos, fotográficos, cinematográficos, videográficos y radiofónicos, dentro de una amplia concepción de los valores que constituyen la identidad salvadoreña.