Miguel Huezo Mixco
El perfil de Salarrué, el escritor salvadoreño más importante de todos los tiempos, ha sido desdibujado desde 1932 hasta nuestros tiempos debido no solo a la mala interpretación de las intenciones de su texto Mi respuesta a los patriotas, sino también como herencia de una referencia equivocada a que su contenido era una respuesta a la matanza indígena de enero de 1932. En este texto, el escritor Miguel Huezo Mixco aclara las cosas y presenta, por primera vez, la página del periódico Patria que acredita su origen.
Los enfrentamientos entre correligionarios de los partidos contendientes enturbiaron la celebración de las elecciones municipales del 3 de enero de 1932 en El Salvador. El día anterior, el presidente Maximiliano Hernández Martínez, alegando razones de orden público, había ordenado la suspensión de las elecciones municipales en muchos poblados de los departamentos de Sonsonate y Ahuachapán. La edición del diario Patria de la fecha informó sobre la captura de varios candidatos a alcaldes de la oposición.
Estas elecciones, tan poco recordadas, y en las que ya se incubaba una de las mayores tragedias de la historia nacional, también han servido para desdibujar el perfil de Salarrué, el escritor salvadoreño más importante de todos los tiempos.
El 22 de enero de 1932, tres semanas después de aquellas votaciones, se produjo el levantamiento que se saldó con la matanza de indígenas y campesinos, y que sirvió para afianzar la dictadura del general Martínez. Una gran parte de la historia salvadoreña se ha anudado en torno al “32”, una cifra que condensa la matanza y sus secuelas. La manera en que la sociedad salvadoreña ha venido silenciando o recordando aquellos tristes sucesos nos ayuda a comprender la problemática histórica de El Salvador. Parafraseando a Héctor Lindo-Fuentes, se puede decir que la memoria del evento ha afectado la política y la política, a su vez, ha afectado la memoria del evento.
El martinato, como suele denominarse al régimen de mano dura con el que Martínez gobernó por 14 años, no solo contó con el apoyo de los militares. Numerosos actores civiles ─redes de “orejas” que vigilaban a los disidentes y amplificadores del relato oficial─ contribuyeron a que el autoritarismo penetrara en todos los resquicios de la vida cotidiana de la población. Desde hace varios años, algunos estudiosos han comenzado a prestar atención a los roles que tuvieron los intelectuales, escritores y artistas durante aquellos años funestos. Salarrué entre ellos.
El autor de Cuentos de barro ha sido un personaje controvertido. Los códigos del género costumbrista no le han hecho justicia a la variedad de estilos y tendencias literarias que se encuentran en sus 14 libros de cuentos y novelas. Aunque tuvo una notable presencia pública a lo largo de medio siglo, no pocos de sus críticos prefieren recordarlo como un místico alejado del mundo. Anticomunista confeso, muchos lo han considerado como un precursor de la “literatura comprometida”. Tampoco ha faltado quien lo sitúe como el inspirador del proyecto cultural del martinato.
En sus días, Salarrué fue lo que ahora se conoce como un líder de opinión. Una parte importante de sus escritos de la actualidad literaria, artística y política se publicaron en Patria, el periódico donde trabajó por casi una década. Uno de sus textos más conocidos, Mi respuesta a los patriotas , contiene su posición frente a las difíciles circunstancias políticas que vivía El Salvador después del golpe militar de diciembre de 1931, que llevó a Martínez a la presidencia.
Hasta ahora, los especialistas han aceptado de manera unánime que ese artículo se publicó el 27 de febrero de 1932 en la revista costarricense Repertorio Americano. Con base en esta fecha, concluyen que Salarrué lo escribió en referencia directa a la matanza. Este equívoco ha prevalecido por muchos años. En realidad, como puede verse en la imagen que acompaña esta nota, se publicó originalmente en la sección Vivir, de Patria, un día antes del alzamiento: el 21 de enero de 1932. Esta misma fecha figura al calce de la publicación del Repertorio Americano, que medio mundo ha citado, aunque parece que nadie se tomó el trabajo de examinar.
Este error de bulto ha dado lugar a malas interpretaciones. Para algunos, Mi respuesta a los patriotas prueba que Salarrué se opuso públicamente a la matanza; para otros, que denunció por igual las acciones violentas del gobierno y de los comunistas. Basado en ese dato erróneo, también Rafael Lara-Martínez, en su libro Política de la cultura del martinato, asegura que el texto responde a una solicitud que le hicieron amigos o conocidos a raíz de los sucesos del 22 de enero, y que tiene como lector ideal a los caficultores. Ahora sabemos que ninguna de esas interpretaciones da en el blanco.
Una vez esclarecida la fecha exacta de su publicación sabemos que fue escrito en otro contexto y con intenciones diferentes a las que se le han adjudicado; que no fue escrito a solicitud de sus conocidos y que sus destinatarios fueron los “hombres prácticos” ─entre ellos, no pocos de sus amigos─ que, en público y en privado, y en nombre de la patria, lo apremiaban a tomar parte en las agrias pendencias políticas del momento. Dice:
“Mis amigos me han dicho «Tú que eres sereno, tú que ves las cosas con los ojos adormilados, tú que estás siempre en la tierra del ensueño, en ese mundo irreal a donde los golpes de la marea de aquí abajo no llegan, por lo mismo, por eso, tú debes dar tu opinión en estos momentos en que la patria se encuentra en la indecisión»”.
Mi respuesta a los patriotas suele citarse para confirmar la indiferencia de Salarrué a los problemas del mundo ─otro de los numerosos equívocos construidos en derredor a su figura─, pero, como ha advertido Ricardo Roque Baldovinos, más bien constituye un gesto de repudio a la manera en que se conducía la política en el país. Dice: “En esa vuestra patria yo sólo respiro odio, cobardía, incomprensión”.
Como sus amigos de aquellos años, ahora tampoco faltan los que lo consideran un vil personaje “apolítico” anclado a su contemplación vegetal. “Lírico, sí, es verdad; pero lírico sobre el polvo de la tierra y no prosaico e insípido sobre hediondos conceptos y rancias doctrinas”, les responde.
El rol de los intelectuales en los diferentes momentos del martinato es un rompecabezas al que todavía le faltan piezas. El establecimiento de la fecha exacta de la publicación de “Mi respuesta a los patriotas” es solo una de las piezas que vienen a desenmarañar algunas interpretaciones que han prevalecido sobre los roles de Salarrué en la dictadura.
*Parte de un ensayo del escritor Miguel Huezo Mixco. San Salvador, miércoles 30 de septiembre de 2020.