«Dar en el Blanco» sin Gnarda «la negra»

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«Dar en el Blanco» sin Gnarda «la negra» sobre Salarrué-Mi respuesta a los patriotas

Rafael Lara-Martínez

Mistake is necessary since it offers the dark prelude to a white truth and its military target, Black Lives Matter… Metáfora letrada de la Aletheia en tristeza de la filosofía: con su arma blanca (cold steel), sólo el hombre blanco (white) que «da en el blanco (target)» posee la verdad… Rafael Lara-Martínez. Agregado Cultural de la Siguanaba. Desde Comala siempre… laramartinez.rafael@gmail.com

Algo extraño sucede cuando el símbolo de la certeza lo expresa una metáfora de color racial y militar.  «Dar en el blanco (white and target)» significa «tener razón».  «Lograr su objetivo».  «Afirmar la certeza».  Acaso, su simple antónimo, en color y género —»dar en la negra»— implicaría su reverso.  «Carecer de razón», «Malograr su objetivo».  «Afirmar el engaño».  «Oscurecer la verdad», ya que no usa un arma mortal en su «tiro al blanco (white and target)».  Sólo el pistolero blanco (white) que dispara y «da en el blanco (target)» acierta a decir la verdad, puesto que el pacifismo desarmado de color raya en el error y en la mentira. 

Por ello, al aislar la multicitada «Mi respuesta a los patriotas» (enero de 1932) de Salarrué, la cuestión no consiste en otorgarle la fecha exacta.  «Darle la palabra al hombre blanco» supone remitir a la «fantasía» la voz de la «mujer negra» sexuada, sin derecho a voto ni expresión en la Ciudad Letrada.  Es necesario enmarcar esa crítica certera de la política salvadoreña en los escritos recurrentes del autor, luego del apoyo masferreriano anti-imperialista al golpe de estado en diciembre de 1931. 

Si unos días antes del estallido ambos bandos —»capitalistas embrutecidos» y «no menos crueles comunistas»— reciben la reprimenda, la censura de prensa que instaura el régimen no excluye a sus enemigos acérrimos.  Las revistas oficiales diseminan artículos disidentes, como parte integrante de su cultura estatal.  Tampoco el estado prohíbe la edición de obras y ensayos en firmas independientes.  Por lo contrario, como lo demuestra el «Boletín de la Biblioteca Nacional» (1932…) —sin citas constantes— hasta los relatos más populares del autor —»Cuentos de barro» (1933)— reciben el aval oficial en anticipo del libro. 

En el siglo XXI, ya imaginaría que las revistas oficiales —y también las disidentes— difundieran la obra de sus enemigos al demostrar una apertura editorial semejante.  «No habría libro sin un contralibro» (J.L. Borges).  Aún no se concibe que la democracia implica no una, sino al menos dos visiones distintas de lo mismo: 2+2 = 3+1.  Por lo contario, la exclusión de la diferencia y el fratricidio —que Alberto Masferrer (1901) y los fundadores del Ateneo de El Salvador (1912) le achacan al siglo XIX— siguen vigentes como pilares fundadores de la libertad. 

Tal es la paradoja a remachar: apertura dictatorial a la prensa de la Ciudad Letrada; democracia en anhelo de censura.  La dictadura permite que los agentes más reconocidos de la literatura nacional ejerzan su labor crítica, a la vez de refrendar su obra, al menos hasta casi finales del segundo período presidencial (1935-1939; véanse ilustraciones al final).  La «Revista El Salvador» de la Junta Nacional de Turismo se halla a la espera que la memoria histórica no insista en quemar otros archivos, además de El Mozote. 

Desde la perspectiva letrada, la diferencia radical entre la dictadura y la democracia consiste en las oportunidades editoriales —administrativas y diplomáticas— que le ofrecen los gobiernos militares.  Esos empleos remunerados la Ciudad Letrada ya casi sólo los obtiene en las universidades nacionales o extranjeras.  Las constantes críticas que Milena Mayorga —nueva embajadora salvadoreña en EEUU— recibe hoy, confirman la fragilidad democrática y el apoyo inconsciente a las decisiones militares precedentes. 

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Ante la negativa por recobrar la amplia documentación del autor —incluso al participar en los «Torneos universitarios» (1932), en conmemoración de J. W. Goethe (véase recuadro final)— insisto en mi contribución puntual.  Reniego de «dar en el blanco» —darle la palabra sólo al hombre blanco.  También la mujer negra —su contraparte, pareja sexual y sin derecho a voto— impulsa el alma del poeta hacia la estratosfera mística («Remotando el Uluán», 1932).  No en vano, el problema de la sexualidad desigual —derecho de pernada en «lonra», «El oso ruso» (1944) de G. Alemán Bolaños, «Ola roja» (1948) de F. Machón Vilanova…— sólo desempeña un papel preponderante en la ficción de la revuelta.  El hecho político de los sexual define un tema tabú hasta el presente. 

Insisto, «dar en el blanco» reitera el enlace racista inconsciente con la verdad nívea y caucásica, incluso guerrera y militar (target).  Por esta simple razón, jamás «daré en el blanco» al estar desprovisto de armas y vindicar el olvido de Gnarda.  Esa violencia de la. verdad la anticipa el imperio esclavista en «O-Yarkandal» (1929), donde la jerarquía monárquica la establece la raza blanca realista que oprime a la negra esclava.  Equivocado siempre, me preocupa «dar» con «la negra» Gnarda, que los estudios culturales acallan por razones raciales y de género.  Seguir arguyendo su carácter de «fantasía» consiste en renegar del perfil multicultural y multirracial de El Salvador. 

«El cuerpo sexuado de la mujer negra propulsa al hombre blanco a su viaje etéreo», ya que la po-Ética no sólo afirma lo viril y «el falo violador» («O-Yarkandal»).  También declara que la denegación le otorga su lado oscuro a la verdad: apertura editorial a los letrados, durante la dictadura, y existencia de la mujer, a raza distinta de la oficial mestiza.  «La mujer negra sin voto ni representación letrada» semeja a «lonra» y demás agentes femeninas acalladas por la nueva historia oficial.  Junto a la imagen racial blanca (white) y militar de la verdad —»dar en el blanco (target)»— la denegación del derecho de pernada y del placer sexual exhibe un requisito tradicional de la ciencia social. 

Como el olvido a la memoria, la oscuridad de la noche estrellada le concede al día su luz blanquecina; el cuerpo sexuado de Gnarda, su inspiración astral, al hombre blanco.  En remedo clásico, los «monstruos» le otorgan su preludio oscuro a «la razón».  En «el sueño» diurno, la verdad única excluye la diferencia en el debate cultural sin oponente.  Descarta la existencia de un «libro» ario y asexuado que incluya su «contralibro» pasional, en negritud de Luna.  Lo más extraño de blanquear la verdad —a white military target— consiste en negar las oposiciones complementarias: día sin noche; sol sin luna; hombre sin mujer; razón sin deseo carnal; debate sin oposición… 

1 de octubre de 2020. En respuesta al articulo de Miguel Huezo Mixco: https://museo.com.sv/2020/09/mi-respuesta-a-los-patriotas-de-salarrue-y-las-equivocadas-intenciones-que-se-le-acreditan-miguel-huezo-mixco/