Precursora de los derechos femeninos en El Salvador.
Transcurría la década de los años treinta. El Salvador era un país sólo para
hombres, la mujer no existía como ciudadana: no podía votar ni mucho menos
optar a un cargo público, exilada del derecho a pensar y soñar. Por rebelarse frente
a este estado de cosas, a Prudencia Ayala se le llamó «loca» y fue objeto de las
burlas de algunos panfletistas de la época.
En aquella provincia de prejuicio y doble moral surgió el murmullo de una voz femenina y
el grito de una demanda por los derechos que le correspondían, hasta el atrevimiento de
lanzarse como candidata a la Presidencia de la República de El Salvador.
Es noche de tormenta. Una mujer embarazada cabalga por los caminos
clandestinos que de Guatemala conducen a Sonsonate. Una Centella corta la
oscuridad; con estruendo de cataclismo cae sobre una gigantesca Ceiba; el rayo
fulmina a dos campesinos y deja aturdida a la futura madre, que en su vientre lleva
a Prudencia, quien poco tiempo después, el 28 de abril de 1885, nace en una
indígena cabaña de paja en la población de Sonzacate, departamento de
Sonsonate.
Muy pequeña es trasladada por su madre hacia la ciudad de Santa Ana. Tenia diez
años, cuando estudiaba en el colegio de la profesora María Luisa de Cristofine, sin
embargo Prudencia no puede concluir el segundo grado, por la pobreza de su
madre. A los doce, relata que comenzó a escuchar voces misteriosas que le
anunciaban lo que sucedería en el futuro. En los diarios de Santa Ana inicia la
publicación de su llamadas «profecías», por lo que le nombran «La Sibila
Santaneca». En 1914 Pronostica la caída del Káiser de Alemania y la entrada de los
Estados Unidos en la guerra.
A partir de 1913 publica sus planteamientos feministas y su pensamiento unionista
centroamericano. Fustiga a las dictaduras del istmo, apoya la lucha de Sandino en
Nicaragua y rechaza la intervención militar extranjera.
Publica sus poemas en diversos diarios de Guatemala y El Salvador. En el Diario de
Occidente aparecen sus opiniones sobre diferentes tópicos. Por criticar al alcalde de
la ciudad, en 1919 es encarcelada en Atiquizaya. Posteriormente marcha a
Guatemala, donde es hecha prisionera durante varios meses, bajo la acusación de
participar en la planificación de un golpe de Estado contra el dictador Estrada
Cabrera. Sobre esta experiencia publica «Escible. Aventuras de una viaje a
Guatemala».
Algunas fuentes la ubican tomando la palabra en la manifestación de mujeres
reprimida con violencia por la Guardia Nacional, en las calles capitalinas, el 25 de
diciembre de 1922.
En 1925 aparece su libro «Inmortal, amores de loca» y en 1928, publica «Payaso
literario en combate». Fue fundadora y redactora del periódico «Redención
femenina», donde expuso sus argumentos en pro de los derechos ciudadanos de la
mujer.
En las elecciones, Prudencia Ayala intenta lanzarse como candidata a la Presidencia
de la República. Su plataforma apoyada básicamente los derechos de la mujer, pero
también incluía aspectos como el apoyo a los sindicatos, la honradez en la
administración pública, la limitación de la distribución y consumo del aguardiente, el
respecto por la libertad de cultos y el reconocimiento de los llamados hijos
ilegítimos.
Emprende una batalla de opinión y de alegatos jurídicos para exigir el voto
femenino, y su consiguiente derecho a optar a dicha candidatura. En medio de la
burla de algunos articulistas, se levantó Alberto Masferrer para escribir en el
periódico Patria» «Prudencia Ayala defiende una causa justa y noble, cual es el derecho de
la mujer a ser elector y ocupar altos puestos. Su programa de gobierno no es inferior en
claridad, sentido práctico y sencillez, al de otros candidatos que se toman en serio».
Luego de un encendido debate público, la Corte Suprema de Justicia determina que
las leyes de la nación no conceden ese derecho ciudadano a la mujer. A pesar de
esta resolución, la lucha solitaria de Prudencia Ayala representó un precedente
histórico. Seis años después, el once de julio de 1936, ella muere en San Salvador,
no fue sino hasta mucho después, en 1950, cuando se estableció en El Salvador,
sin ninguna restricción, el derecho al voto femenino y a ser electa en cargos
públicos.
Esa salvadoreña de piel morena y ojos grandes escandalizó a la sociedad machista
de entonces con su propuesta de ser presidenta de El Salvador. Con su bastón de
madera, tocaba la puerta de la historia para anunciar el advenimiento de una nueva
era en la lucha por los derechos femeninos.