La sombra del magnicidio
Bogotá, 29 de mayo2022. Estamos a 2.590 metros de altitud. La noche fue interminable, los gélidos vientos del páramo silbaron en las ventanas. Me desperté a la 6 en punto y dispuse ducharme. Mi primera tarea será cubrir la presencia de Gustavo Petro en un centro de votación, agendada a las 10:30 de la mañana.
Si por milagro y magia no aparece un helicóptero, este será el único candidato que podré cubrir, pues Federico Gutiérrez votará en su natal Medellín y el ingeniero Rodolfo Hernández, lo hará en Bucaramanga. Ambos se disputan el segundo puesto para enfrentar a Gustavo Petro, el candidato favorecido por las encuestas.
El celular anuncia alarma de nuevo mensaje:
“Buenas días:
Les informamos que la hora de votación del candidato Gustavo Petro ha cambiado.
Nueva Hora: 8:00 a. m.
Lugar: Institución Educativa Marco Antonio Carreño Silva.Barrio La Asunción (Bogotá)”
Hay un cambio de planes, debo apresurarme. Pido un Uber, una fina garúa empapa la ropa. Acompañado de mi sobrino Eduardo, atravesamos la ciudad rumbo al sector sur. Me pregunto el porqué de este intempestivo cambio. Mi calenturienta imaginación me hace pensar que será por razones de seguridad, para proteger su vida. No es descabellada esta idea si tomamos en cuenta que en la historia de Colombia contemporánea han asesinado a siete candidatos a la presidencia.
Una lista que se inicia con el asesinato en 1948 del líder Jorge Eliécer Gaitán, buen orador, con fama de defensor de causas populares que consolidó durante el debate sobre la Masacre de las bananeras en 1928. Su muerte originó lo que se conoce como el Bogotazo, con multitudinarias protestas populares. El magnicidio inició una etapa sangrienta en la historia colombiana.
El candidato presidencial de la Unión Patriótica Jaime Pardo Leal fue asesinado en octubre de 1987. En las elecciones de 1990 fue asesinado Bernardo Jaramillo, también candidato de la izquierdista Unión Patriótica. De estos dos sucesos se acusó al narcotraficante Pablo Escobar. Ese mismo año se perpetró el atentado mortal contra el candidato Luis Carlos Galán, quien se perfilaba como el ganador de la contienda electoral. En 1990 fue asesinado Carlos Pizarro, uno de los líderes del movimiento guerrillero M-19, quien acababa de firmar un acuerdo de paz con el Gobierno. En 1995 fue asesinado el candidato Álvaro Gómez, del Movimiento de Salvación Nacional.
Cuando llegamos al centro escolar encontramos una fila de votantes. A las ocho abrirán las mesas electorales. De repente, en la acera de enfrente escucho un grito:
Sobresaliéndole de la manga izquierda veo una juvenil pulsera con una piedra verde. ¿Sera la piedra de la buena suerte?
Tras la valla de hierro, una señora entrada en años le grita:
-Yo era uribista, pero me hiciste abrir los ojos!.
La comitiva avanza hacia las aulas donde tendrán que marcar sobre el rostro de cualquiera de los ocho candidatos. Uno de ellos, el 7 de agosto ascenderá los escalones del Palacio de Nariño convertido en presidente de Colombia, para los próximos cuatro años.
Término de escribir estas líneas y marcho hacia el Centro de Convenciones donde se darán a conocer los resultados electorales. Si Petro resulta ganador en esta primera vuelta, me tocará ir al Hotel Tequendama a escuchar su discurso de victoria. Victoria que, para ser definitiva, deberá sacar el cincuenta por ciento más uno de los votos, de lo contrario, deberá ir a la segunda vuelta el 19 de junio.
En estos momentos, treinta millones de personas están lanzando los dados del destino. Quienes amamos a Colombia como una patria más, esperamos que sus resultados sean positivos para el advenimiento de una era, donde colombianos y colombianas puedan vivir con paz y equidad.
Es el mejor tributo que se les puede ofrecer a la memoria de las víctimas de la violencia y a las madres de los desaparecidos.
Esta noche de cómputos electorales será larga. Miro hacia el suroriente y observo como la neblina comienza a despejarse, un tímido sol cae sobre la Virgen de Monserrat.